Reconstruyendo a Orwell… (preámbulo)


El periodismo según George Orwell

El periodismo murió… Pero muchos periodistas aún no conocen la noticia¡! No fue sino una ilusión, una sombra de la literatura; una sombra, como todas, perversa, pérfida y distorsionadora de la verdadera imagen del objeto que la proyectaba. Tuvo una vida corta y siempre marginal; independiente sólo cuando las prensas de las viejas imprentas no estaban ocupadas con la poesía o la prosa de las grandes obras; en la clandestinidad de la noche… y ya se sabe qué pasa con las sombras en la oscuridad. De esos momentos surgieron aquellos panfletos que se dedicaban mutuamente Quevedo y Góngora; tenían ambos dos muy mala sombra y poco ingenio como literatos. El primero fue, sin embargo, un buen periodista.

El periodismo quiso ser dueño de la información, emular, desplazar, y nunca pudo; al correo postal y murió cuando nació el telégrafo¡! muchos creen, erróneamente, que nació justo en ese momento. Se equivocan… lo que nació en ese instante fue «un nuevo paradigma de la comunicación«. Seamos realistas¡! para qué querrían leer panfletos, siempre atrasados (algunos eran periódicos pero por fuerza y definición, atrasados) aquellos que alcanzaron la posibilidad de contarse las noticias, los acontecimientos, en tiempo real¡! y con la misma confianza que en el correo?? Acaso ese manojo de papeles emborronados con tinta que hoy se sigue llamando, también errónea e insistentemente «diario» no contiene informaciones y opiniones sobre cosas que ocurrieron ayer… o antes??

El objetivo (teórico) del periodismo siempre fue la comunicación. La definición formal de periodismo dice que es la actividad de: «recolectar, sintetizar, jerarquizar y publicar información relativa a la actualidad«. Nació para informar sobre la actualidad¡! pero en realidad eso sólo pudo hacerlo mucho más tarde, cuando la tecnología de la comunicación superó el invento del herrero Johannes Gutenberg. Tras el establecimiento de las modernas democracias occidentales (quizá otra ilusión…), los ciudadanos de las nuevas sociedades industrializadas (electores y elegibles), creyeron que era necesario tener acceso a la información (aunque por distintos motivos y más equidistantes fines) y quisieron atribuirle otro rol: «el cuarto poder«, le llamaron; recordando el papel que el «viejo periodismo» había desempeñado en los tiempos previos a la Revolución Francesa.

La Birmania de Orwell

Era el periodismo al que se refería George Orwell cuando sentenció: «Periodismo es publicar lo que alguien no quiere que publiques. Todo lo demás son relaciones públicas». Probablemente sea esta la mejor definición de «lo que debiera ser el periodismo, de su verdadera vocación«. Horacio Verbitsky desarrolló un poco más la conclusión de Orwell y escribió: «Periodismo es difundir aquello que alguien no quiere que se sepa, el resto es propaganda«. «Su función es poner a la vista lo que está oculto, dar testimonio y, por lo tanto, molestar. Tiene fuentes, pero no amigos».

Verbitsky además, definió muy claramente y en la misma frase qué era en realidad el «cuarto poder«; lo desnudó: «Lo que los periodistas pueden ejercer, y a través de ellos la sociedad, es el mero derecho al pataleo, lo más equitativo y documentado posible. Criticar todo y a todos. Echar sal en la herida y guijarros en el zapato«. Ver y decir el lado malo de cada cosa, que del lado bueno se encarga la oficina de prensa; de la neutralidad, los suizos; del justo medio, los filósofos, y de la justicia, los jueces. Y si no se encargan, ¿qué culpa tiene el periodismo?«.

Y con esa última frase estaba «denunciando, ejerciendo el derecho al pataleo«, en el sentido de «hacerlo público» de comunicarlo, de ponerlo al alcance de quien quisiera conocer de ello; la tentación… la trampa… el mecanismo del que los verdaderos poderes (los de Montesquieu y el económico) se valieron desde el principio para evitar que el periodismo mostrase sus vergüenzas: «matar al mensajero«. Nada nuevo, por cierto, Jules Verne escribió una hermosa novela en la que con su habitual maestría literaria, va desgranando la despiadada persecución que ha de sufrir el cartero Miguel Strogoff, para entregar un mensaje…

Birmania mucho después de Orwell

Por suerte para «el correo del zar«, sus hazañas y sus desdichas sólo ocurrieron en la mente de Jules Verne (un excelente lugar lleno de aventuras…); porque se trataba de un personaje literario. Pero seguramente hubo un Miguel Strogoff de carne y hueso, como hubo zares y un grandes duques, invasiones tártaras; guerra y paz. Como hubo un George Orwell al que hoy se le recuerda y se le «venera» por ser uno de los iniciadores de la literatura distópica¡! junto a Yevgeni ZamiatinFrederik Pohl y Cyril M. KornbluthAldous Huxley y Ray Bradbury, y «se olvida que Orwell fue, sobre todo periodista, un buen periodista¡!«

Orwell no reconocería Myanmar

Quizá estemos ya en una de esas distopías… entonces es muy posible que el espectro de Orwell nos sonría desde el otro lado de la laguna estigia y nos diga: «bienvenidos hermanos«. Pero… tanto si ya estamos en aquel futuro como si falta poco para llegar; bien nos vendrá a todos recordar cómo vivió, por qué luchó y que era el periodismo…

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